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Localidad: Villanueva de la Vera
Descripción
Villanueva de la Vera está situado en el nordeste cacereño y a casi quinientos metros de altura,entre la ribera del Tiétar y la sierra de Gredos. En su fecunda campiña de clima semitropical, el atropellado curso de sus arroyos y torrentes se precipita entre robles, fresnos, moreras y toda clase de árboles frutales, mientras que en la llanura se extiende la feraz vega que llaman El Tudal, donde el tabaco es dueño y señor de la tierra. Ostenta la mayor jurisdicción de todos los pueblos de la comarca verata con ciento treinta y dos kilómetros cuadrados de término municipal y cerca de dos mil vecinos.
Historia
Fue una de las primeras aldeas que se independizó del señorío de Valverde allá en 1646 con la unión de varios poblados contiguos en una sola población. De ahí el nombre de Villanueva. Según la tradición oral, su iglesia románica del Cerro tenía cuatro puertas y cada una de las comunidades accedía al templo por una de ellas. Sus habitantes nunca olvidaron su vasallaje con respecto a los Condes de Nieva, señores de Valverde, y su rivalidad sigue siendo tan recalcitrante que los protagonistas de sus chistes no son leperos sino los valverdanos. En su memoria se perpetúa el recuerdo de un párroco muy especial, el cura Mora o hermano director, como a él le gustaba que le llamaran. Este liberal sacerdote fundó en 1870 el periódico Neos sin Careta y veló por la salud espiritual y material de la villa saneando sus comunicaciones. Como Conjunto Histórico Artístico conserva bellos ejemplos de la arquitectura popular veratua base de madera, mampostería y adobe.
Visitas
En su entrañable Plaza Mayor, empedrada e irregular, se respira una estética medieval entre rancios soportales y una hermosa fuente barroca de piedra. A su alrededor y entre rúas estrechas de anárquico trazado pervive parte de su casco antiguo, con casas adinteladas y singulares rincones como la Calle del lancho, presidida por una mole de piedra. En los aledaños se alza la hermosa iglesia parroquia1 de Nuestra Señora de la Concepción, del siglo XVI, con muros de mampostería reforzados por sillares de granito en las esquinas. En la fachada septentrional luce dos escudos nobiliarios con los apellidos Zúñiga y Velasco y un arco campanel con dos arquivoltas terminadas en semi-columnillas de basa y capiteles góticos. Su altar mayor se engalana con un frontal de azulejos de Talavera que representan la Pasión y la leyenda de las once mil vírgenes, mientras su recoleta capilla mayor es una obra del siglo XVI.
Alrededores
En sus alrededores guarda paradisíacos parajes de obligada excursión, como el Chorro de la Ventera, un impresionante salto de agua junto al que perviven las ancestrales chozas de pastores que recuerdan a las viviendas celtas; la impetuosa garganta de Minchones, que a lo largo de su cauce de aguas cristalinas que se abren paso entre rocas, alberga maravillosos charcos naturales que invitan al chapuzón en plena sierra. Y no hay que olvidar el no menos bravo de Gualtaminos, que muy cerca de la villa da vida a una piscina natural que, aguas abajo, esconde la llamada Cascada del Diablo.
Compras
En cuanto a la habilidad artesana de sus habitantes destacan las piezas de cerámica esmaltada, la cerrajería, los forjados y la carpintería.
Fiestas
Una semana antes de la Cuaresma, Villanueva de la Vera revive una tradición ancestral con su afamada fiesta del Pero Palo, una peculiar liturgia que tiene su origen en un auto inquisitorial contra algún judío de la comarca, a quien se condena a muerte por delito de alta traición. El domingo anterior al de quincuagésima, el sonido atronador de los tambores irrumpe en el ambiente para anunciar el festejo. Por la tarde se saca en procesión a la turra, una cabeza de madera con barba y bigote tocada con sombrero negro y pañuelo blanco al cuello, por la que los mozos pugnan entre canciones folklóricas que aluden a la muerte del personaje. la víspera del domingo de Carnaval llega el momento mágico. Acompañados por los pero-paleros y en un lugar secreto que varía cada año, se reúnen a medianoche unos cuantos escogidos para confeccionar el muñeco en medio de un silencio sobrecogedor, sólo interrumpido por un canturreo monótono al igualmente monocorde ritmo del tambor. Al amanecer es llevado a su sitio, y se le coloca en una aguja en la Plaza Mayor. A lo largo del día se representa la judía, una especie de linchamiento en el que los asistentes se dividen entre partidarios y detractores del Pero Palo, que así se llama el muñeco. El Martes de Carnaval por la mañana un jinete con un atuendo que recuerda el sambenito del Santo Oficio recorre las calles a lomos de un burro anunciando que el impostor ha sido juzgado y sentenciado a muerte. Por la tarde un cortejo de hombres y mujeres que lucen los ricos trajes de la comarca acompañan a los capitanes. Él porta una bandera y ella un chorizo atado en una zarza que simboliza la castración del Pero Palo, y por la tarde acuden a la plaza a ofertorio de las calabazas. Los calabaceros son los quintos de ese año que, tiznados y harapientos, portan calabazas ensartadas en un palo pura atizar a cuantos osan hacer una ofrenda para que no sea ajusticiado. Entre tanto, los hombres juran la bandera y el último en jurar será capitán al año siguiente. Cuando cae la noche las horas del Pero Palo están contadas, y tras mantearlo hasta convertirlo en una lluvia de paja se procede a su quema.
Gastronomía
En uno de sus flancos hay un bar en el que se puede degustar un exquisito orujo de la tierra o los típicos tasajos de cabra en compañía de un buen vaso de su rico vino de pitarra.